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MUSEU NACIONAL D’ART DE CATALUNYA (MNAC) – Barcelona

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ANTONI FABRÉS, DE LA GLÒRIA A L’OBLIT
LA DESTREZA AL SERVICIO DEL ARTE

Sorprendió gratamente a quien escribe esta crítica, la visita a la exposición Antoni Fabrés: de la glòria a l’oblit (De la gloria al olvido) que hasta el 29 de septiembre puede visitarse en el MNAC.

Fue sorpresa, admiración y emoción por un pintor, Antoni Fabrés (1854-1938), del que disponía de de muchos datos, y que a pesar de vivir el periodo modernista, en absoluto se identificó con él, ni con ninguna otra corriente específica,  sino que sus referencias eran modelos románticos, orientales genuinos – fue seguidor de Fortuny – con un paisajismo que se mueve entre la calidez tintes bucólicos, y el enigma y el misterio de impresionantes Nocturnos, dibujos realizados al carboncillo o en gouche que sin duda recuerdan a los alemanes Arnold Böclin o Gaspar David Friedrich o Karl Friedrich Shinkel. Sin embargo, en la figuración su obra resulta absolutamente contundente

Antoni Fabrés - MNAC - Vista general de la exposición

Comisariada por Aitor Quiney, doctor en Historia del Arte, la muestra reúne 147 pinturas, esculturas y diferente material documental, y en la que el visitante puede observar cómo los trabajos de Fabrés son tremendamente academicistas, tanto que historiadores del arte como Santiago Alcolea ni le han concedido en algunas publicaciones más que la simple mención de su nombre, sin destacar particularidades de sus pinturas.

No obstante, el tiempo pone las cosas en su lugar, y el prestigio nacional e internacional que tuvo en vida Fabrés, quedando después relegado al olvido, es ahora rescatado gracias al MNAC, y el fondo del que dispone, como consecuencia de la donación que el propio artista realizó en 1926 a la entonces llamada: Junta de Museus de Catalunya.

Antoni Fabrés - 2. Antoni Fabrés. El millonario 1901. Colección particular, Génova - Óleo sobre lienzo

Un pintor y escultor – ésta última modalidad fueron sus inicios en el mundo del arte – viajero incansable – estuvo en Roma, París, México y por supuesto Barcelona - su obra demuestra un profundo conocimiento técnico, un análisis meticuloso del color y del juego lumínico, una pincelada poderosa, pero también meticulosa cuando es preciso, pero, ante todo, se aprecia sobriedad en la forma de ejecutar sus trabajos. No hay nada al azar. Las expresiones de algunos rostros, los posados de algunas figuraciones, son estudiadas a conciencia y plasmadas con perfeccionismo extremo.

Con algunas excepciones, la obra de Fabrés recuerda al romanticismo centro-europeo del que se han mencionado algunos autores al principio de esta crítica. En su conjunto, la exposición ofrece una producción de gran intensidad. La emoción que surge al contemplarla es debida a como esta perfección artística es actualmente imposible de observar, a excepción de los pintores realistas o dentro del llamado Realismo Contemporáneo.

Antoni Fabrés. Reposo del Guerrero 1878. Museu Nacional d'Art de Catalunya. -Óleo sobre lienzo

Y es comprensible que esa intensidad fuese perfectamente expresada en su estancia en México, y que pintores de la talla de Diego Rivera, Saturnino Herrán o José Clemente Orozco fueran alumnos privilegiados de Antoni Fabrés.

A pesar de la admiración mencionada, es comprensible su olvido, ante un arte Modernista o Nouveau que clamaba por nuevas formas, como demostración de una clase social pujante, la burguesía que sustituyó a nobles y aristócratas, llegando a dominar tanto estamentos políticos como económicos.

A ello hay que añadir el hecho que las Vanguardias del siglo XX, aunque tardaron en llegar a España, pero ya se tenían noticias, éstas ya ofrecían nuevas perspectivas en cuanto a expresión artística, dejando la realidad para la máquina fotográfica.

Antoni Fabres. Autoretrato y retratos de su esposa y familia

Contemplar la obra orientalista de Fabrés, profunda, enigmática, llena de matices luminosos y de sombríos aspectos, los dibujos y bocetos, realizados con extraordinaria firmeza y captación de detalles, difuminando los desnudos y exacerbando los rostros, el contraste entre paisajes luminosos y Nocturnos tenebrosos, la elegancia y distinción de la familia Fabrés en contraposición a personajes plagados de costumbres, y procedentes de estratos pobres, dentro escenarios rurales o interiores nebulosos, o ese retrato de una monja muerta, cargado de dramatismo, es razón suficiente para apreciar, en el relativismo del siglo XXI, a un pintor excelente, no exento de cierta comercialidad – de algo había que vivir – fiel seguidor de Fortuny, pero con personalidad propia, del que muchos de los que se llaman “artistas” deberían aprender.

Antoni Fabrés - Nocturnos realizados en carboncillo y en gouche

La muestra se acompaña de un muy elaborado catálogo, que no tan solo permite conocer los títulos y técnica de las piezas exhibidas – la densidad de la muestra y el poco espacio para la misma impide el uso de cartelas, y si bien es comprensible, a los visitantes les gusta saber que ven – sino un amplio seguimiento de la obra de Antoni Fabrés, quien, lamentablemente, volverá a ser un gran desconocido, pero quienes amamos el ARTE, recordaremos con satisfacción.

Exposición que ha sido posible gracias al patrocinio de Naturgy y Banco Santander.

MNAC
Palau Nacional, Parc de Montjuïc, s/n,
Barcelona

https://www.museunacional.cat/ca

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