TERE UNSAIN : PAISAJE Y FIGURA
En el arte, cuando se habla de paisaje, generalmente siempre se piensa en un entorno idílico y bucólico: bosques, montañas, lagos, ríos o marinas de diversa índole e incluso entornos urbanos. A lo largo de los años, se nos ha ido acostumbrando la mirada a un paisajismo que, con independencia de la calidad, siempre resulta decorativo, algo que responde a una de las finalidades del arte.
No obstante, a veces se hace necesario huir de ese “decorativismo” para adentrarse en un paisaje donde no hay lirismo, pero si la grandeza de su contemplación, en un contexto donde cielo y tierra mantienen la fuerza de sus contrastes, y el equilibrio de sus atributos.
En la obra que Barcelona de Tere Unsain, su paisaje discrepa de lo pastoril y lo campestre, para adentrarnos en el impulso de un cielo rojizo al atardecer, sobre una gran ciudad mediterránea.
El conocido urbanismo barcelonés, queda invadido por ese enardecido celaje donde se percibe la presencia del viento que agita las nubes, hasta llevarlas a un singular combate de pálidos pero nítidos azules, dejándose vencer por la energía de escarlatas de diversas tonalidades.
Los edificios, sometidos al vaivén de los fenómenos atmosféricos, permanecen lógicamente impertérritos, cubiertos tan solo por el manto de la combinación celestial, que no es un nirvana, pero sí un hermoso firmamento incandescente.
La obra, perfectamente equilibrada en su composición, con esa imagen del puerto barcelonés y a la derecha, y el núcleo urbano a la izquierda, con interesantes puntos de fuga, sólo puede ser contemplada bajo el rigor de un trabajo perfecto, no exento de recóndita belleza.
Si ya se ha hablado del paisaje, la Figura es evidentemente, Jano, un dibujo realizado sobre papel de aluminio en el que, de nuevo, Unsain nos muestra su depurada técnica en el dibujo, en perfecta combinación con ese indispensable toque abstracto de fondo.
Con Jano, el espectador no contempla el clásico retrato, que, tal como ya se ha comentado en otro artículo, Tere Unsain sabe perfectamente plasmar, y adaptar a la persona retratada, sino que Jano, cuyo nombre nos recuerda al dios griego de las dos caras, aquel que podía ver el futuro y el pasado al mismo tiempo, y tener la potestad de tomar sabias y justas decisiones, es presentado como un joven alegre y pletórico y sonriendo a la vida.
Dentro del fondo abstracto de la obra, en representación de esas dos caras de la realidad: la figuración del joven y el vehemente fondo azul, éste es muestra un carácter reivindicativo, ya que, a través del texto, Unsain hace referencia a la dualidad del ser humano, al igual que Jano, pero a través de un contexto interior: Todos tenemos una rosa y una planta carnívora dentro…
Esa rosa y esa planta carnívora, es ese desdoblamiento permanente del ser humano, que, si bien no implica ni pasado ni futuro, si corresponde a actitudes que implican tiempos pretéritos y porvenires indefinidos, sin olvidar la eterna y encarnizada lucha entre el Bien y el Mal, dejando al espectador la opción de declarar quien es el vencedor y quien es el vencido, en una sociedad como la actual, de relativización permanente.